in

a la mañana siguiente

"¿Una bebida más? Claro que tengo ganas…” así comienza otra noche ajetreada, como queremos en estos tiempos un tanto vacíos. No fue difícil convencerme para que los acompañara. En ese estado, probablemente estaría preparado para un trío.

Pero ¿qué hacer después para convencerse de que todo fue un error? ¿Por qué las exageraciones traspasaron los límites? No tengo esta respuesta. Y hubiera sido mucho más interesante haber descubierto esta farsa, antes de tener que sentir a las malas que lo que me faltaba era a mí mismo, mientras me engañaba aguando mi vida con cerveza, risas que enmascaraban la desesperación y pequeños bailes ensayados. frente al espejo, para impresionar a algún extraño.

Resacas a la mañana siguiente, gente decepcionada que evita mirarte a los ojos, la necesidad cada vez mayor de meterte bajo un chorro de agua fría y lo peor: la vergüenza. De mí y de los demás, de haber tardado tanto en derramar esas lágrimas iluminadoras, de haber necesitado superar todos los límites del sentido común para darme cuenta de que lo que se me escapaba de control era yo mismo... ¿Pero qué buscaba? recorriendo este camino? Ya no lo recuerdo.

La irresponsabilidad, a esta edad, es difícil de admitir. Y siendo uno de esos que tantas veces decretó que un poco de intrascendencia a menudo puede hacer bien, admitir que me estaba fallando a mí mismo era casi imposible. Casi…

Porque lo más interesante de todo esto es que estaba buscando algo, algún big bang a punto de explotarme de satisfacción en la cara, alguna sorpresa, alguna canción increíble pero desconocida para bailar en la pista de baile, una nueva bebida. , alguien que quedó encantado conmigo y me ayudó a darme cuenta de mis errores y encontrarme a mí misma.

Secándome una lágrima que corría por mi rostro, la noche siguiente, me di cuenta de que era hora de comprender que necesitaba traer ese dolor que finalmente estaba aflorando al mundo real. Y así fue como enfrenté una prueba más de ese dolor que recorría mi rostro frente al espejo. Ese era yo, ese era mi dolor, esa era mi búsqueda. No más mirar hacia otro lado. Es hora de enfrentarme a mí mismo de frente, sin perder el foco. Y admitir que la satisfacción que buscaba, aunque sea por caminos tortuosos, me hizo encontrarme a mí mismo y, de la manera más honesta posible, darme cuenta: decepcioné a la persona más importante de mi vida: yo mismo.

Aprende del dolor, agradece los accidentes por suceder que no se hicieron realidad, transmuta de manera saludable las dificultades que surjan de ahora en adelante y enfrenta de frente mis inconfesables y complicadas verdades. Estos son mis balances de fin de año. Y para el año que viene: seguiré deseando amor, la publicación de mi segunda novela, terminar la tercera que ya comencé, un chico simpático que me vea con tantas cualidades y defectos como yo mismo me veo, y más honestidad para mí. el mundo todo. Esto es lo que el mundo necesita, darse cuenta de que todos estamos en el mismo barco. Algo me dice que no soy el único en esta montaña rusa...

la rueda giró

balance del año