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La vieja guerra de sexos

Dos personas están a punto de alquilar un apartamento. De diferentes edades y sexos opuestos, decidirán quién merece vivir allí, en un duelo verbal donde cada uno intentará demostrar al otro sus verdaderos motivos. Ella tiene 50 años, proviene de un matrimonio liberal de 21 años donde, para que su amor no terminara, se separaron. Tiene 30 años, está a punto de casarse, no piensa en la posibilidad de una relación abierta y mucho menos en la posibilidad de que el amor termine en medio de un pretencioso “felices para siempre”. El duelo entre estas dos idiosincrasias es el lema de la obra escrita y protagonizada por Lúcia Veríssimo.

El viejo choque entre géneros impregna toda la historia. Lúcia ofrece un largo discurso feminista sobre el papel de la mujer en las relaciones, la dificultad de mantener una relación monógama después de tanto tiempo juntas y la necesidad que tiene el ser humano de renovar los estímulos amorosos y sexuales.

La carpintería del texto es buena, hay chistes rápidos y divertidos. A veces el texto resulta provocativo, sin embargo, la autora no ha sabido subvertir los viejos clichés (feministas) –el final no puede ser más cursi– al situar a la mujer como un ser superior, más sensible y comprensivo, frente a un hombre pragmático, que Piensa con la cabeza gacha, pretencioso e inmaduro.

Veinte años separan a los dos personajes y el género sexual y todo su abanico de implicaciones también chocan, lo que debilita la moraleja de la historia. La visión del hombre interpretado con gracia y confianza por Raphael Vianna es la de un joven que aún no se ha visto afectado por los reveses de la vida adulta, los sueños de amor eterno, de una familia convencional.

Al confrontar a este hombre calificado de inseguro con la mujer experimentada y sufriente interpretada por la actriz, parece que ambas diferencias –de edad y sexo– marcan una diferencia brutal y debilitan la obra en su conjunto. ¿Por qué no dos personas de la misma edad? ¿Por qué no dos mujeres de diferentes edades, capaces de defender sus puntos de vista utilizando la sensibilidad femenina?

El “usufructo” revela que las personas se utilizan unas a otras por el placer de satisfacer sus propios instintos y, al no permitir que los demás disfruten de sí mismas y de los suyos, cometen el error de ser conservadores y serios. “El Ministerio de Sanidad debería advertir sobre los descuidos”. El público ríe en varios momentos, el público femenino se deleita con el poder verbal e irónico del personaje femenino y comparte –indirectamente– la masacre del sexo opuesto. Sin querer ser reduccionista –pero cometiendo el pecado de serlo– es una obra de teatro de y para mujeres.

La dirección de José Possi Neto hace muy poco por remediar la obviedad de la “moraleja de la historia” y la guerra verbal descrita por la dramaturgia es mucho más emocionante que la propia escena de sexo –como supone el propio material promocional de la obra– en la pieza. Es decir, la obra instiga a través de la palabra y el suspenso que se establece en la vieja guerra entre hombres y mujeres.

El escenario de Jean Pierre-Tortil es opaco y aburrido. El vestuario femenino creado por Rebecca Beolchi no hace que la actriz se sienta cómoda en el escenario -además de ser de cuestionable gusto- y la producción musical de Tunica resalta las partes en las que debemos prestar atención en el texto, es decir, no era necesario.

Aún con todos los inconvenientes, “Usufruto” sorprende. Es mejor de lo esperado. Hay química entre Lúcia y Vianna. El texto es ágil y para las feministas de turno es una comida completa. El texto está hecho para que el público se ría y se cuestione. También son geniales las infames “frases de decir” utilizadas por la dramaturgia para sustentar el conjunto. Lúcia Veríssimo – ¿y su alter ego? – está sintonizada, resignada y preparada para afrontar la segunda parte de su vida. Verificar.

Servicio:
"Usufructo"
Teatro Faap
R. Alagoas, 903 – Higienópolis – Centro. Teléfono: 3662-7233.
Entrada: R$ 40.
Miércoles y jueves, a las 21 horas.

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