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Cada uno en su plaza

– ¡No sé por qué el amor no ocurre en mi vida!

Escuchar eso dolió más que un puñetazo en el estómago.

– ¿No pasé en tu vida, fulano de tal? – Le respondí a una exnovia, con la que hacía tiempo que no hablaba y que ahora había decidido pedirme un consejo sentimental.

– ¡Ah, quería amar el cine!

Mi ego perdió el sentido con el golpe de esas palabras. Ciertamente, para ella nuestro amor no era más que el amor de, como mucho, un DVD pirateado.

– Fulana, todo el tiempo que estuvimos juntos te amé con toda la fuerza de mis moléculas. Mis días consistían en encontrar formas de hacerte feliz. Te respeté, deseé, admiré y apoyé en cada segundo de nuestra relación e, incluso después de que nos separamos, seguí amándote por mucho tiempo. Si esto no es amor de película, no sé qué es.

Pero, en ese preciso momento me di cuenta de que yo experimentaba el amor por el cine, pero ella no.

“Ado, aado, cada uno en su plaza”, dice la canción funk “Dança do Quadrado”. Somos, ante todo, individuos. Tenemos nuestros puntos de vista, nuestras experiencias, nuestro bagaje moral y psicológico, y aunque amamos y estamos profundamente involucrados en una relación, seguimos siendo entidades separadas.

Cuando nos relacionamos, permanecemos dentro de nuestra cuadratura y amor, en la intersección de ambos.

Cada uno tiene una visión particular de este amor, basada en varios factores como madurez, traumas, vivencias y expectativas. Cada uno observa el mismo amor, pero desde su propia perspectiva.

- ¡Tu no tienes tiempo para mi! – Le dice la pareja actualmente en paro a su novia que está saturada de trabajo. Por su propia disponibilidad cree que la otra persona no le presta atención.

– ¡Me estás asfixiando! – Replica la otra, que al no poder soportar más presión, acaba sintiéndose presionada por su pareja.

Son dos visiones completamente diferentes de una misma relación. La que está desempleada tiene todo el tiempo del mundo para dedicarle a la relación mientras la otra se encuentra dividida entre varias tareas y se resiente al darse cuenta de que su pareja no se da cuenta de que el amor no ha dejado de existir ni ha disminuido porque, en ese momento de vida, no podía dedicarse plenamente a otra.

Sin darse cuenta, se alejan. Uno porque se siente rechazada y el otro porque se siente presionada.

Poco a poco, la intersección de sus “cuadrados” se va diluyendo y cuando se dan cuenta sus mundos ya no se cruzan.

El hecho de que seamos independientes, sin embargo, no nos impide salir de nuestra casilla, cruzar la línea que separa nuestras vidas y observar la relación desde la perspectiva del otro.

Si la pareja que se siente rechazada hubiera observado la relación desde la perspectiva del otro, habría visto que su necesidad, en ese momento, era de paciencia y comprensión. Si la ocupada pareja hubiera mirado la relación desde el punto de vista del otro, habría visto que era suficiente para transmitir la seguridad de que el amor no se vería afectado por la distancia temporal entre ellos.

Al permanecer en los propios “cuadrados”, permitieron que el amor perdiera su elasticidad y capacidad de fijación y “soltaran los cuadrados” que habían quedado atrapados bajo su control.

Todo en la vida es una cuestión de punto de vista. Entonces, ¿por qué no intentar ver algo desde diferentes ángulos? Sobre todo si este pequeño gesto es capaz de salvar una relación.


* Nina Lopes todavía está tratando de resucitar su propio ego y esperando a alguien con quien pueda vivir un amor como ese en el cine. Para ambos.

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