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Cine y DVD: Homosexualidad y terror se mezclan en el largometraje “El Caníbal”

El Caníbal es una película basada en hechos reales. No es un documental. La producción afirma ser una película de terror, pero no cumple con este estándar. Déjame decirte ahora mismo: la película es muy mala. La narración nos presenta la historia real de un caníbal alemán que aterrorizó al mundo.

Narrado por la protagonista Katie (Keri Russel), se nos informa desde el principio, en una cena con amigos, que viaja para realizar una investigación de campo de su tesis en el área de Psicología Criminal, basada en el caso del caníbal. Óliver. Durante esa cena, una de sus amigas le dice que sabemos a carne de cerdo, lo que Katie no sabe, que más adelante profundizaría en esta aterradora historia. La narración inicial se alterna con otros narradores, en una historia que pretende ser polifónica.

Siguiendo el patrón clásico de las narrativas cinematográficas, tenemos un plano general que ambienta la trama, precedido por un aviso en off que dice ser una película "basada en hechos reales", contando al público la historia de Oliver (Thomas Kretschmann) y Simón (Thomas Huber). Oliver tiene un pasado oscuro. Cuando era niña, solía jugar con un amigo médico y me acosaban en la escuela. Pisándole los talones a su madre, sufre tras su muerte, como una especie de Norman Battes, de Psicosis, salvo, evidentemente, las proporciones apropiadas. Lo aconseja una amiga que intenta ser cercana, pero que es rechazada cada vez que busca cercanía, tener la oportunidad de su vida, dejar de ser un niño y convertirse en un hombre.

Simón vivió con su padre hasta los treinta años. Cuando era niño, fue testigo del suicidio de su madre. Inseguro, no acepta su condición y siempre está alejando el cariño público de su novio Félix (Marcus Lucas). Vive deambulando buscando a alguien que satisfaga su deseo. En una escena normal, sale con una prostituta y durante la escena de sexo le pide que le muerda el pene con fuerza, arrancándoselo, para alcanzar el éxtasis sexual. Asustado, el niño no acepta y sale de la habitación del hotel. Frustrado, Simón regresa a su casa y, más que nunca, decide ir a encontrar a alguien que cumpla su deseo: que su carne sea comida, porque en su mente alcanzaría un nivel glorioso en su historia de existencia.

Una vez programado el encuentro entre los chicos, se establecen las reglas: la víctima debe estar inconsciente, haber bebido mucha agua y no haber comido en las últimas 98 horas. En el lugar, una bañera para drenar la sangre, una jaula para algunos movimientos del futuro "plato de la casa" y una amplia mesa que sirve de mostrador. Oliver, un investigador intenso, ya tiene todo esto en su folleto. Su plan es cenar el pene ligeramente asado de Simon. Antes que Simón, un joven se aventuró a salir, pero perdió el valor ante los macabros dictados del proceso. Oliver, tan obsesionado con el canibalismo, confiesa masturbarse pensando en una habitación llena de cuerpos despedazados.

La narrativa carece de ritmo. Entre las escenas de la infancia, el hito es ver cómo destripan un cerdo. La escena nos remonta al clásico moderno “El silencio de los corderos”, en una alusión pasajera, al fin y al cabo, comparar el poderoso duelo entre Jodie Foster y Anthony Hopkins es casi una herejía. Para quienes lo vieron, sabemos que el sonido de los corderos destripados por su tío cuando ella era niña le había dejado una profunda impresión. Se recuerdan muchos detalles de la infancia del niño, en un collage de bocetos sobre acontecimientos del pasado que podrían haber formado el carácter del personaje desequilibrado.

Hay otras escenas que parecen buscar probar una tesis, explorando eventos que nos permiten dialogar con la tesis de la estudiante Katie. Cuando era niño, a uno de los niños le dieron para que viera el documental Faces of Death. En otro momento, uno de ellos se come el muñeco que había recibido como regalo de un tercero.

Otra escena que tiene poco efecto es cuando un personaje comenta los horrores de los cuentos infantiles, citando a Hansel y Gretel, una trama clásica considerada infantil, pero que en realidad expresaba connotaciones oscuras. Cuando hechos como estos se mencionan superficialmente en los diálogos, se utiliza poco, muy poco. 

Un mensaje para los que no lo saben: la historia real, leída a través de los ojos de los periodistas, es más impactante que cualquier escena de la película. La jerga “una imagen vale más que mil palabras” no aplica para el resultado final de “El Caníbal”, tal es la falta de capacidad de los involucrados para contar una historia. Cabe mencionar que la película no falla por la falta de calidad de los recursos tecnológicos, sino por la incompetencia de los directores para darle dignidad y verosimilitud a lo que se cuenta, y a las actuaciones también, todas poco inspiradas.

Esta verosimilitud es necesaria porque no se trata de un reportaje periodístico ni documental, sino de una ficción basada en hechos reales. En primer lugar, la investigadora protagonista es débil, poco interesada, su investigación se realiza de manera descuidada y los diálogos no permiten que el público se identifique con el trabajo realizado por la niña, un problema grave para un guión con una historia poco sabroso según los estándares tradicionales. En segundo lugar, la falta de audacia al abordar un tema tan fuera del canon es evidente en todos los sectores de la producción: el montaje de Sue Blainey, demasiado común, combinado con la fotografía de Jonathan Sela y el ya mencionado débil guión de TS Fauley.

El macabro viaje, considerado por uno de los personajes como un camino sin retorno, trae consigo algunos diálogos de aparcería: por teléfono, Oliver informa a Simón: "Te quiero en mis dientes. Son muy fuertes". En la actuación de otro actor, tal vez esta frase le pondría la piel de gallina, pero en la película, ¿solo un bostezo o quizás una pregunta de "¿qué sigue?".

La película ni siquiera recicla este tipo de clichés narrativos, transformando una historia de miedo en un meandro de clichés y diálogos perezosos. Seamos realistas, la trama basada en una historia alemana real no convence y carece de dramatismo. El propio caníbal de la vida real, al comprobarla, afirmó que la película no es creativa y no aprovecha el horror de la historia real para construir una narrativa inquietante y más convincente.

Con 90 minutos de duración, "El Caníbal" tiene un argumento más terrorífico que el disparate manierista de la saga Saw, pero se pierde en una narrativa guiada por una dirección perezosa, donde diálogos que deberían conducirse de forma operística parecen más bien líneas sueltas. y sin cohesión. Si la dirección es pésima, imagina las actuaciones. Personajes tan superficiales como el guión, empaquetados en una dirección de arte inexpresiva y un sonido que no sumerge al espectador en el tiempo y el espacio que sugiere la narrativa: calles frías y relaciones humanas idénticas. 

Perdonen a la actriz principal, pero su actuación nos hace desear tenerla como el primer personaje en ser devorado por el desequilibrado Oliver. Malo.

Clasificación: 03 – Disponible en DVD

*Leonardo Campos escribe quincenalmente en este espacio sobre estrenos de cine y DVD. Es investigador en cine, literatura y cultura en la Universidad Federal de Bahía (UFBA) y profesor de literatura.

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