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Con nuevas técnicas, la estafa “Boa Noite Cinderella” sigue cobrando muchas víctimas en las fiestas gay

CUENTO DE HADAS TRISTE

Con nuevas técnicas, la estafa de Boa Noite Cinderela sigue cobrando muchas víctimas en las fiestas gay

Alto, guapo, fuerte y sensual. El perfil del hombre de piel oscura que se me acercó en una fiesta posterior en São Paulo es ciertamente parte del estereotipo idealizado por muchos hombres homosexuales. Nos alojamos. Pero su comportamiento posterior, como la charla sobre dinero, la curiosidad por hacerme despegar y las notorias manos tontas en mis bolsillos, me hicieron sospechar un poco.

Momentos después, confirmación. A través del beso –así es, el beso- vertió en mi boca la bebida que siempre me ofrecía y fingía beber. Besé y tragué, consciente de lo que vendría (o no). A los pocos minutos un sueño profundo se apoderó de mí, apenas podía moverme. Él, a su vez, me sonó los ojos tranquilamente y, cada vez que intentaba abrirlos, los cerraba con los dedos. Intenté esquivarlo, pero el príncipe de piel oscura se convirtió en lobo: tiró de mí con fuerza, casi llevándome hacia una habitación oscura.

A punto de vivir una pesadilla apodada cuento de hadas, fui salvado por un amigo travesti.

Cenicienta necesitada
En el bullicio de la noche, la búsqueda de distintas personas y empresas es constante. Es aquí donde aparece una estafa conocida por seducir y dopar a la víctima antes del robo (efecto potenciado de mezclar sustancias como ketamina, dormonid, flunitrazepam, entre otras, con bebidas alcohólicas). En la noche LGBT, la premisa es peor. Al fin y al cabo, "los gays son las mayores víctimas de Buenas noches Cenicienta", afirma la escritora María Tereza Moreira, autora del libro homónimo, publicado por Zit. 

Sin escapar de las inevitables analogías, la autora compara el cuento del gato Cenicienta con la realidad de sus entrevistados. "Cenicienta está necesitada, sola, se lleva mal con su familia, pero su sueño se hace realidad cuando conoce a un príncipe. En las historias que cuento, todos están necesitados de alguna manera". Caso del publicista Edmilson, de 28 años, quien, luego de traiciones y conflictos familiares, en 2010, fue a un bar en el centro de São Paulo y conoció al hombre de su vida. "Además de estar muy bien vestido, dijo que no era del sector, que buscaba algo serio y que eso le abriría incluso oportunidades laborales". Durante la conversación se desmayó. Recién se despertó al día siguiente, en un motel cercano, sin ropa, sin celular ni billetera. "Estaba hecho harapos", compara.

Del whisky a la acera
La mayoría de las víctimas no recuerdan cómo se asestó el golpe. Ni antes ni mucho menos durante, como consecuencia de las sustancias dopantes que se aplican a las bebidas (actualmente también se utilizan en chicles e incluso en frutas), y sólo despiertan horas o días después.

A los 39 años, el abogado Guilherme Vasconcellos sufrió un apagón. Llegó a una discoteca gay en São Paulo y, esperando a un amigo, le pidió un whisky al barman. "Me desperté en la acera, limpio, sin anillo, sin billetera, sin celular, nada". Guilherme ni siquiera puede decir si alguien se le acercó. "La bebida ya debe haber sido envenenada o quien estaba al lado lo hizo. La memoria inmediata está deteriorada", afirma, quien considera humillante la situación. "Me imagino que me cargan delante de todos".

El publicista Rodrigo M, que asistía a la graduación de un amigo en Volta Redonda, Zona Sur de Río de Janeiro, sólo recuerda las formalidades de la ceremonia y una pista de baile con música electrónica. "Me desperté a orillas del río Paraíba do Sul, lejos de cualquier negocio o residencia, sólo con pantalones. Me sentí asustada, perdida en un lugar que no conocía". El amigo del joven, preocupado por él, se enteró por seguridad que se había subido al coche de otro huésped. Para Rodrigo esto nunca sucedió.

Verguenza
A medida que surgen nuevas estafas, las víctimas tienen miedo de denunciarlas. Las razones son varias. Algunos no recuerdan lo que pasó, otros por miedo, vergüenza y vergüenza. "La vergüenza es uno de los sentimientos más presentes en las víctimas, la cicatriz más difícil de curar. Se necesita tiempo y, muchas veces, psicoterapia para que la víctima se recupere", declara María Tereza. Es por esto que no existen datos ni políticas públicas encaminadas a prevenir estafas.

Guilherme, Edmilson, Rodrigo intentaron presentar una denuncia policial, pero afirman haber sido maltratados por los agentes de policía. "Fui a comisaría, pero me trataron como a un 'maricón borracho que perdió los estribos' y ya está", cuenta el publicista.

Guilherme afirma que es el tipo de situación en la que la víctima tiene que demostrar que no es culpable. "Se negaron a hacer el informe porque no había ningún testigo y la gente del club nocturno no quería involucrarse. Es su palabra contra el mundo que los rodea".

Prevenirte
No hay grupo de edad, día ni lugar. Todo el mundo está expuesto a caer en manos de estafadores. El consejo más importante es el que se da con la moraleja más antigua de la historia: no aceptes nada de extraños. "Entonces hay que tener cuidado con el gato, con tus manos tontas y, por supuesto, no llevarte a nadie inmediatamente a casa. También te aconsejo que no salgas solo a lugares donde nadie te conoce y donde no te conocen". saber cuando estás enojado", dice el ahora cauteloso Edmilson.

¿Final feliz?
El delito puede tipificarse jurídicamente de varias formas, desde el secuestro hasta el robo calificado, pasando incluso por la tentativa de robo, pero, dadas las dificultades que encuentran las víctimas en las comisarías, lo más normal es el mero registro de robo que, según el artículo 157 del Código Penal , puede sancionar al estafador con cuatro a diez años de prisión.

Mientras tanto, el lobo moreno del inicio del reportaje sigue hermoso y suelto en las laderas de São Paulo…

*Artículo publicado originalmente en el número 45 de la revista A Capa – Abril 2011.

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