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Decisión del Supremo Federal expone la inercia del Congreso Nacional

En este momento, la prensa de todo el mundo ya informó que el Supremo Tribunal Federal (STF) aprobó por unanimidad las uniones estables para parejas del mismo sexo. Todos los ministros siguieron el voto del relator, Carlos Ayres Britto, quien dictó una clase magistral sobre qué es la familia, que en su concepción "no tiene nada que ver con el matrimonio".

Pero, además de la histórica decisión del STF, que todavía es celebrada por la comunidad LGBT en todo Brasil, hay que prestar atención al hecho de que, como bien recordó el Ministro Gilmar Mendes, la aprobación de las uniones entre personas del mismo sexo no es la papel del STF, sino del Congreso Nacional. "La Corte Suprema fue llamada a tomar posición sobre un tema que es competencia del Congreso Nacional, que se muestra inerte ante este tema", afirmó el ministro.

Casi todos los ministros formularon las mismas críticas. Luiz Fux también destacó que la Constitución, el Tribunal Supremo y el Congreso deben seguir la evolución social y legislar sobre tales cambios, sin embargo, hoy "el Congreso Nacional se encuentra hundido en el oscurantismo". Los ministros tienen razón: con cada legislatura, las bancadas religiosas e intolerantes no hacen más que crecer y bloquear cualquier proyecto encaminado a una sociedad progresista.

Baste recordar que, en 1995, la entonces diputada federal Marta Suplicy (PT-SP) presentó el proyecto de ley que pedía la legalización de las uniones civiles entre parejas del mismo sexo. La acción se destacó por no tener precedentes en aquellos tiempos en los que Brasil era más sexista y, probablemente, más homofóbico. En ese momento, Brasil y su Congreso Nacional emergieron como progresistas a los ojos del mundo. Sin embargo, el proyecto lleva 15 años archivado.

Desde entonces, el Congreso Nacional sólo ha retrocedido, pero este resurgimiento de parlamentarios progresistas también se debió a los votantes, ya que era la única manera de crear este escenario desolador. Y así Brasil se quedó atrás y se vio cada vez más obligado a asistir a un Congreso que no dialoga con la sociedad y que legisla por sí mismo y nunca pensando en la sociedad. Por eso nos vimos obligados a ver a Uruguay y Argentina avanzar en derechos LGBT.

La senadora Marta Suplicy es enfática al decir que Brasil fue uno de los países más avanzados en el debate LGBT y, hoy, asistimos a jóvenes golpeados en la Avenida Paulista, por lejos una de las regiones con mayor frecuencia gay en la ciudad de Sao Paulo. En este vacío, con la homofobia gritando en los cuatro rincones del país, dos personas tuvieron la enorme sensibilidad de legislar valientemente sobre el tema: el gobernador de Río de Janeiro, Sergio Cabral (PMDB-RJ) y el viceprocurador de La Unión, Deborah Duprat.

Puede ser que luego de esta humillación que los ministros impusieron al Congreso Nacional, los legisladores salgan de la cueva oscurantista y comiencen a caminar junto a la sociedad para, tal vez, recuperar algún tipo de credibilidad ante la opinión pública. Por ahora felicitamos a los ministros que defendieron magistralmente las uniones entre personas del mismo sexo; Cabral y Duprat por tener el coraje y la osadía de provocar al STF; y la senadora Marta Suplicy, que prácticamente sola inició esta lucha hace 15 años y hoy puede declarar que "lloró mucho" al conocer el resultado.

Finalmente, cerremos con una hermosa declaración del Ministro Luiz Fux: "Le daremos a este segmento de nobles brasileños más que un proyecto de vida. Un proyecto de felicidad".

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