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Tonterías: A los que tienen cerebro.

De todas las capacidades humanas, la racionalidad asociada a la sensibilidad es la que más me deleita y, lo confieso, es una de las que más me cuesta ejercitar. Esta semana, un año más, hemos podido practicar la reflexión sin dejar de conmovernos por las experiencias que, siendo ajenas, también nos tocan a nosotros (algo tan poco habitual en los últimos tiempos).

La despenalización de la interrupción del embarazo de fetos anencefálicos (anticipación terapéutica del parto), que permite a la mujer decidir si continúa o no el embarazo, es un signo de esperanza en tiempos difíciles.

Independientemente de si somos hombres o mujeres, todos nos beneficiamos del resultado de la votación del Supremo Tribunal Federal (STF), aunque muchos no estén de acuerdo. Después de todo, si castigamos menos a las mujeres como resultado de esta decisión, haremos que todos sean más humanos: con menos sufrimiento y más derechos.

Uno de los momentos increíbles de este proceso fue el discurso del Ministro Carlos Ayres Britto (que ya nos había presentado reflexiones sensiblemente incisivas con motivo de la aprobación de las uniones civiles para parejas del mismo sexo) en claro acuerdo con muchas feministas que luchan por la despenalización del aborto – Aunque lo que se votó en aquellos días no es necesariamente el aborto de pacientes anencefálicos, después de todo, según los expertos, en este caso no hay vida humana potencial en el feto para caracterizar el aborto.

El Ministro señaló exactamente lo que estaba en juego. Incluso cuando los católicos más conservadores y los evangélicos fundamentalistas que se oponen al resultado del juicio juraron estar preocupados por el feto, o el supuesto niño, la “x” del asunto es diferente. Dijo lo mismo que las feministas nos vienen enseñando desde hace mucho tiempo y todavía nos cuesta entender. Según esta autoridad, "si los hombres quedaran embarazadas, siempre se habría autorizado la interrupción de un embarazo anencefálico". Los activistas cantan en sus acciones públicas: “si el Papa fuera una mujer, si el Papa fuera una mujer, el aborto sería legal y seguro, sería legal y seguro”. Es esta dimensión crítica e inteligente la que marca la pauta del progreso que hemos logrado con esta decisión. Nos deshicimos de algunos restos premedievales pesados, pero aún quedan otros que pesan sobre nuestros hombros.

En este sentido tenemos que, para usar una palabra muy evangélica, velar. No podemos ser tan ingenuos como para creer que la preocupación de estos cristianos es realmente la vida de los niños, o de los niños potenciales. ¿Alguna vez has imaginado que si esa fuera la preocupación, no habría grandes problemas para apoyar la adopción masiva por parte de familias alternativas? O, incluso, las autoridades religiosas nunca encubrirían la violencia sexual cometida contra niños en las sacristías de todo el mundo; no habría sacerdotes contra el uso de condones y mucho menos pastores predicando contra la educación secular en las escuelas.

Como bien recordó el diputado federal Jean Wyllyns en una de sus entrevistas televisivas, la censura de la sexualidad y del género no heterosexual o lo llamado “no normal”, junto con la persecución de las religiones de origen africano, son los temas de las prédicas de muchos pastores y sacerdotes en su búsqueda de más fieles conversos, es decir, de mayor recaudación de dinero (poder) para sus instituciones. Por tanto, no son provida; son mucho más “ven a mí”, como decía mi abuela, “y nada a tu reino”. Pero lo más triste y preocupante es que este llamamiento funciona. Hay mucha más mala fe que solidaridad entre las seductoras polémicas religiosas contemporáneas.

El ministro también afirmó que "el martirio es voluntario. Quien quiera aceptar el embarazo hasta sus últimas consecuencias, que lo haga. Nadie lo prohibirá". La memoria del martirio siendo voluntaria, pleonasmo de la lógica cristiana que santificó a tantos hombres y mujeres en la historia, encaja muy bien en tiempos de autoritarismo cristiano (que sigue generando violencia y muerte entre nosotros). La situación es tan grave que es necesario afirmar lo obvio, garantizar lo mínimo: derechos y libertades.

*Tiago Duque es sociólogo y tiene experiencia como educador en diferentes áreas, desde la formación docente hasta la educación social de calle. Milita no Identidade – Grupo de Lucha por la Diversidad Sexual. Le gusta pensar y actuar con quienes quieren hacer algo nuevo, en busca de otro mundo posible.

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