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Entre escudos y espadas

Vinícius de Moraes decía, en el soneto de la separación, que “de repente la risa dio origen a las lágrimas”…

Nunca sabemos exactamente cuándo sucede esto. Es una decisión cercana, más rápida que un rayo. Las relaciones son así... y también lo son los desacuerdos. Lo siguiente que sabes es que estás perdido en medio de una guerra de agresión mutua, intencional o no. Sólo necesitamos ser diferentes. ¡Y somos! Todos intentamos siempre plasmar nuestras opiniones y sensaciones a través de un único punto de vista: el nuestro.

Es nuestra experiencia la que nos hace juzgar las cosas como buenas o malas. Estamos apegados a una única identidad, tan arraigada en nuestra mente que juzgamos todo desde el ego, desde el concepto de gustar o no gustar.

Olvidamos que nuestra verdadera identidad es mucho más amplia. Basta mirar atrás: ya no somos los mismos que hace cinco o diez años. Tenemos diferentes sueños, deseos y planes. ¡Incluso nuestras células han cambiado! Físicamente somos diferentes, también lo son nuestros problemas. Entonces, ¿por qué insistimos en permanecer con una visión tan restringida de la identidad?

¿Por qué siempre pensamos que somos o no somos, que nos gusta o no? Todo cambia constantemente y las posibilidades son infinitas. Eso lo olvidamos. Todo el tiempo, y todo el tiempo nos enredamos en esta red de enredos emocionales y apegos fugaces. Estamos atrapados dentro de una identidad que no fue ni será.

Y, olvidándonos de eso, defendemos y queremos imponer todo el tiempo lo que juzgamos, lo que sentimos. Hay algo interesante en qué pensar. ¿Cómo puedo entender el mundo de otra persona desde mi punto de vista y mis propias experiencias?

Llega a aquello a lo que te sientes reacio. Sumérgete en otros mares para sentirlos profundamente. ¿Cómo puedo decir que no me gusta el pastel de kiwi si nunca lo he probado? Y, habiéndolo probado ayer y no gustándome, ¿cómo puedo decir que dentro de un tiempo seguiré teniendo la misma opinión?

Ciertos valores no cambian, pero los juicios y conceptos cambian constantemente. Es importante estar del lado de la bondad, de la bondad (y estos valores son inmutables y atemporales), pero también comprender que ser flexible está estrechamente vinculado al bienestar propio y de los demás. Comprender el tiempo y los límites de la otra persona.

Así que, cuando se produzca un desacuerdo, antes de sentirte ofendido y atacado o hacérselo a la otra parte, en primer lugar intenta ver a la otra persona desde su punto de vista. Entonces recuerda que los escudos no sirven para defenderte sino para cerrar puertas, que las palabras dichas son retráctiles pero el dolor permanece, que las espadas sirven para herirte más que a otros y que tenemos la costumbre de destruir lo que más amamos, en el En campo abierto o en una emboscada, con la ligereza del cariño o la dureza de las palabras.
Detener. Respirar. Silencio si es necesario para lograr esa calma. O hablar para solucionarlo. Pero habla con amor, con ojos sonrientes, sin escudos ni espadas. Habla desde el corazón, con palabras dulces, con abrazos sinceros. Muestra para qué viniste al mundo: para amar y ser amado, no para lastimar y ser lastimado.
Para los amantes de los gatos: prueben el punto de vista del ratón. ¡Siempre es un buen ejercicio!

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