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Me faltó coraje...

Ayer viví algo que hacía tiempo que no pasaba: coqueteé en la calle. Estaba en el supermercado cuando me crucé con un chico en uno de los pasillos. Parecía interesante, pero no le presté mucha atención. Estaba en un apuro. Pagué y me fui. Casualidad o no, él también se iba, pero por otra puerta. Creo que me estaba esperando. Intercambiamos miradas durante mucho tiempo mientras caminábamos en diferentes direcciones. Sonreímos. Coqueteamos. Pero le faltaba el coraje para algo más. ¿Culpa mía o suya? No sé. Tal vez ambos. Es una de esas oportunidades que no debes pensar dos veces. Tienes que ir y actuar. De todos modos…

Después de pensar, recordé que era mejor en esto. Cuando era más joven y vivía en Nueva York, tuve grandes experiencias intercambiando miradas en la calle. El otro día os contaré algunas. Pero recuerdo que tenía más coraje y menos pudor. Podría deberse a su sociedad, que es más abierta. O incluso la juventud. Cuando somos mayores, pensamos mucho. Tal vez demasiado. Nos volvimos sombríos, aburridos y exigentes. Deberíamos ser libres, pero no lo somos.

Juro que me arrepiento. Pero lo fue. ¡Ahora es otra historia para contarles a los nietos!

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