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Harvey Milk y el movimiento gay brasileño

Ayer domingo (11/01) vi la excelente película "Milk". Sean Penn no solo es excelente en el papel del activista, sino que todo el elenco se une. Y por supuesto, Gus Van Sant, demuestra una vez más por qué es un gran director, puede moverse entre producciones artísticas y comerciales sin caer en lugares comunes. Podéis encontrar más detalles sobre la película en el próximo número de la revista. una capa.

Ahora voy a hablar del movimiento gay. La historia de Milk y el barrio Castro, que se encuentra en California, se desarrolla en los años 70. Al darse cuenta de que vive en un ambiente hostil a los homosexuales, Harvey tiene dos ideas: montar un negocio para que sea autosostenible y hacerlo. de ese lugar, o mejor, de la cuadra donde está su tienda, un punto de encuentro gay. Y lo consigue. Beeshas de todo Estados Unidos comienzan a frecuentar el lugar. Sin embargo, la policía en ese momento histórico era más homofóbica que hoy y, peor aún, contaba con el apoyo del Estado. Es decir, golpeaban a las abejas en la calle, por el simple hecho de que se estaban besando.

Después de un enfrentamiento final con la policía, Harvey decide que es hora de que la gente se una y salga del armario. cara, todo en torno a una causa común. ¡Bingo! En ese momento no hay discusión de partido –“soy de izquierda, soy de derecha”– ni sublimaciones de ese tipo. Esto es lo que le falta al movimiento gay brasileño: independencia partidista y financiera en relación con el Estado, grupos y personas que se traguen los egos, que es común en los seres humanos, y se unan en torno a una causa común –la criminalización de la homofobia– y seguir adelante. ¿Pero de quién?

En Estados Unidos, el gran problema fueron la policía y los grupos religiosos. No hay muchos cambios aquí. Creo que en tierras brasileñas falta esa unión del movimiento brasileño y, a partir de eso, un trabajo de persuasión hacia la sociedad para deconstruir las tesis creadas por grupos religiosos en torno al PLC 122 y la unión civil. Afuera, buscaron inclusión en los medios. Y aquí surge otro punto muerto en el movimiento brasileño. Atrapados en subjetividades como: “este medio es un tucán”, “el periódico es reaccionario” ya no ocupan espacios importantes. En la película aprendemos que eso no importa, lo que realmente importa es poder ubicar la discusión en un periódico como Folha o Estadão, o en programas de televisión serios, Globo Repórter, por ejemplo. El objetivo es llegar a la opinión pública, hacerla reflexionar y conseguir apoyo. Milk y compañía lo entienden y lo hacen. A partir de entonces, la sociedad empieza a pensar realmente: "¿Son los gays esos pervertidos que pinta la iglesia?"

En las últimas elecciones para alcaldes y concejales en todo Brasil, el antropólogo y fundador del GGB (Grupo Gay da Bahia), Luiz Mott, llamó a que todos los gays voten por gays y no por aliados para concejal. Confieso que al principio desprecié un poco esta idea. Pero no, en la situación actual, Mott tiene toda la razón. Necesitamos tener personas LGBT en las cámaras legislativas de Brasil para estar verdaderamente representados. Harvey fue elegido basándose en esta idea, según sus palabras: "los negros eligieron representantes, las mujeres y los religiosos también, ha llegado nuestro momento".

Termino afirmando lo siguiente: Sólo lograremos cosas verdaderamente cuando nuestro movimiento gay supere la cuestión partidista y se una como un todo, ya que el objetivo es uno. Como dijo João Silvério Trevisan, "la cuestión gay no es una cuestión partidista". Teniendo en cuenta la última campaña de Marta Suplicy, en su desesperación arrojó al fuego la causa gay. También es necesario hacerse amigo de la prensa dominante y participar en un choque ideológico –y no partidista–, deconstruyendo el demonio que pintan diariamente sobre la vida gay los escaños y ciertos grupos religiosos. Entonces sí, se lograrán los derechos de los homosexuales. De lo contrario, seguiremos viendo cómo el movimiento gay lucha por nimiedades y nuestros derechos se van por el desagüe.

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Chica A la mierda