Al comienzo de la epidemia de SIDA en la década de 1980, se la conoció como la “enfermedad de los homosexuales”. El término jocoso atribuyó el título de “grupo de riesgo” a la comunidad LGBT, al entender que lesbianas, gays, bisexuales y transexuales eran más susceptibles a contraer la enfermedad. Sin embargo, con el aumento de la tasa de contagios entre los heterosexuales, esta distinción se extinguió y se adoptó el término “conducta de riesgo”. En Brasil, el número de heterosexuales VIH positivos ha aumentado, principalmente entre las mujeres. Aun así, el estigma del SIDA sigue siendo fuerte entre las personas LGBT. Cambiar el término “grupo de riesgo” por “comportamiento de riesgo” es importante porque expresiones como éstas (grupo de riesgo) corroboran la idea de que el VIH no afecta a todos sino sólo a un determinado nicho social. El VIH/SIDA ya ha demostrado por A+B que el virus no distingue entre género, raza, color, sexo, credo o clase social. Toda persona, siempre y cuando no exista prevención, y se mantenga una vida sexual activa, es susceptible de adquirir la enfermedad. Los preservativos siguen siendo la mejor medicina (ya que aún no se ha descubierto la cura para el SIDA) y el respeto a las minorías es la clave para poner fin al brote de VIH en el mundo.