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Los jóvenes y el discurso religioso

Durante las décadas de 50, 60, 70 y 80, una parte considerable de la juventud se concentró en los espacios políticos como una forma de hacerse oír y ver. Sin embargo, a partir de los años 90, los espacios de los partidos políticos dejaron de ser vistos como atractivos. Quizás sea porque fue precisamente en los años 90 cuando vivimos el ascenso de la ideología neoliberal, que propone precisamente esto: el vaciamiento de las ideas y el culto al individuo.

Otro hecho que merece ser tomado en consideración es el declive de la Iglesia Católica, pues ésta, a través de las pastorales, reunió a los jóvenes para debatir sobre la función de la iglesia, el amor al prójimo y a la comunidad. Estos espacios normalmente estaban regentados por sacerdotes vinculados a la Teología de la Liberación, la línea de pensamiento más progresista de la Iglesia católica. En Brasil se dio a conocer gracias a Leonardo Boff, Frei Tito y Frei Beto, quienes participaron en el primer mandato del ex presidente Lula.

Además de la burocratización de los partidos de izquierda y su temprana llegada al poder, otro factor que provocó que los jóvenes, en su mayoría, como aún hoy hay miles de jóvenes vinculados a entidades juveniles y políticas, sea el surgimiento de las iglesias pentecostales que hoy Trabaja con un discurso basado en logros materiales e individuales. No hay ningún sentido religioso, es puro mercantilismo y ahí precisamente reside el gran activo de estos templos.

A raíz del discurso político de los años 90, estos espacios llamados religiosos vieron un nicho de población que no estaba/no está en política, desempleada, joven y, por tanto, abierta a “nuevas” ideas. Así, estos espacios innovaron la forma de culto. Ponen música, algunos incluso usan reggae y otros rock. Pero la idea es la misma: fundamentalismo religioso. Con fe logras todo lo que deseas. Simples así.
También es sintomático analizar la fuerte venta de libros de autoayuda, que tienen discursos muy similares a los de las iglesias: tú puedes, el éxito, el dinero, tener tu propia casa, cómo salvar tu matrimonio... En definitiva, una lista -receta hecha.

El dramatismo de la cuestión es que muchos partidos políticos no han reformado sus textos ideológicos. Cuando llegaron al poder, algunos de ellos prematuramente, se burocratizaron demasiado y, debido a alianzas en torno a partidos conservadores, abandonaron las agendas progresistas, al menos en su propaganda electoral. A saber: aborto, legalización de las drogas, cuestiones LGBT y regulación de los medios.

Es difícil atraer nuevos jóvenes a los espacios políticos cuando están más preocupados por las prisas por ocupar cargos públicos. Irónicamente, hoy en día la generación actual considera que los partidos de izquierda, que históricamente han estado a la vanguardia de innumerables cuestiones, son conservadores y anticuados. Es necesario volver a la vanguardia y hacer comprender a parte de los jóvenes que los discursos de consumo no transforman nada y solo crean una dependencia consumista, que en los espacios pentecostales se agrava con el hecho de agregar fe: la ascensión financiera social permitida por Dios.

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