El tema de esta semana fue la polémica frase de la modelo Isabeli Fontana quien dijo durante una entrevista con el programa de la presentadora Hebe que no quería un hijo homosexual. El hecho me hizo pensar en la vieja dicotomía entre quiénes somos y quiénes otros, en este caso los miembros de la familia, piensan que somos.
Gran parte de nuestra vida la vivimos para complacer a alguien. Tal vez un padre, un abuelo, un jefe o incluso un amigo. Desde pequeños nos bombardean con sueños que no son los nuestros. Y este es exactamente el caso de los dos hijos de la joven modelo. Los homosexuales ya saben que no pueden serlo. O si lo son, al menos decepcionarán a la madre que "no querría tener un hijo homosexual".
Una frase similar a la de Isabeli la dijo una madre cuando salió su hijo. Para justificar su postura afirmó que ninguna madre quiere ver sufrir a su hijo. Y ser gay, en su concepto, era sufrir. Dijo que siendo gay, enfrentaría prejuicios, sería rechazada, pasaría por innumerables dificultades, etc... Para ella, una madre no podría aceptar fácilmente que un hijo enfrentara tantos problemas, solo en un mundo tan difícil de cambiar. .
De hecho, ser gay en un país como Brasil donde la homofobia todavía mata y nos niegan nuestros derechos no es fácil. Sin embargo, los cambios deben comenzar en casa. Una madre que cree en el sufrimiento de un niño en función de su orientación sexual no hace más que fomentar el prejuicio que tanto le asusta. Es como un hombre gay que vive una segunda vida, más preocupado por lo que piensan los demás que por quién es él realmente.
Finalmente pregunto: ¿Sería mejor ser heterosexual u homosexual? ¿Vivir más pensando en quién soy o qué piensan los demás de mí?
