Un tipo de opinión que suelo escuchar mucho, sobre todo en los momentos post-Orgullo Gay, es que no tenemos que estar orgullosos de nuestra sexualidad, sino de la persona que somos, de nuestras características y de los comportamientos que tenemos. ¿Será?
Generalmente, este tipo de argumentos lo reproducen personas con un nivel educativo relativamente bueno, que viven en grandes centros urbanos y cuentan con una red de establecimientos a su alrededor, desde la discoteca más grande del continente hasta zonas de cruising repartidas por la ciudad, donde puedan dar rienda suelta a sus sexualidades sin mayores perturbaciones.
Otro factor común entre las personas que dicen esto es el hecho de que por mucho que hagan en sus hogares y familiares, pocos se sienten cómodos llevando a su novio o novia a dormir. Y además, aunque se sienten cómodos con su orientación sexual, no se sienten seguros tomándose de la mano o intercambiando besos en público.
Si esta falta de comportamiento natural por parte de los homosexuales no es el resultado de una represión centenaria contra los gays, como señaló João Silvério Trevisan en el libro Devassos no Paraíso, entonces no sé qué será.
Si el viejo concepto de "orgullo gay" no tiene hoy, como en el pasado, la fuerza de levantar la moral de los queers y hacerles abrir sus armarios y ocupar un espacio que les corresponde por derecho: el de expresar públicamente su afecto y deseo-, por ello pido humildemente ayuda a quienes no están de acuerdo con orgullo en encontrar una solución a este problema.
Sobre todo porque el orgullo gay, y sus celebraciones en los Desfiles y el 28 de junio, tienen otra función social más: crear calidez, una red social y fortalecer la autoestima masacrada por una cultura mundial sexista, represiva, heterosexista y homofóbica.
Es muy fácil no necesitar y descuidar este fortalecimiento cuando se vive en un entorno con la red de apoyo mencionada anteriormente. Pero, ¿alguna vez ustedes, feroces enemigos del orgullo, han imaginado lo que es realmente ser gay solo?
Al cuestionar esto, ni siquiera me refiero al período de aceptación, al inicio de la adolescencia, cuando pensamos que somos los únicos así, pienso en el sentido más pragmático. De ese tipo en un asentamiento sin tierras, o de un indio, o de un joven gay en los confines de un estado muy lejano. Me imagino una ciudad donde no hay lugar para la interacción ni ejemplos de homosexuales a quienes admirar, simplemente porque los que están allí son drogados, metafórica y literalmente, todos los días.
¿Nos hemos parado alguna vez a pensar en cuántas repercusiones tienen nuestras acciones individuales en lo colectivo? Es esa vieja historia de las colillas de cigarrillos o los envoltorios de caramelos en la vía pública. Solos, aislados, no causan daño, pero cuando todos lo hacen se crea un ambiente de suciedad e inmundicia.
¿Cuán egoístas entonces, desde este punto de vista, no somos cuando analizamos y rechazamos el orgullo desde una perspectiva de sentido común? ¿No es esto un escupitajo en el plato que dio fuerza en el pasado a algunas personas valientes que terminaron creando los ambientes favorables de libertad que tenemos hoy?
