Me da un poco de pereza la histeria de los medios y de los expertos respecto a la "Generación Y", jóvenes nacidos entre principios de los 80 y hasta mediados de la antepasada. Encajo en este grupo de personas que crecieron con internet, bombardeados con información y adaptados a esta forma de vida.
Siempre estoy ocupada, tratando diferentes temas al mismo tiempo y el otro día hice una lista y en una había 23 temas diferentes. Realmente es mucho y nunca lo apago, incluso cuando me voy a dormir, dedico un tiempo previo a leer Twitter, enviar ideas y recordatorios a mi correo electrónico, a veces incluso me da insomnio por eso.
Pero hoy, al regresar de Río –lo que me llevará a otro post mañana o el lunes– me di cuenta de lo importante que es desconectar un poco de todo y estar fuera de contacto con el mundo exterior. Durante el vuelo no había nadie con quien hablar, mi teléfono celular estaba apagado y no tenía acceso a ninguna computadora.
En esos 40 minutos hasta São Paulo pensé en temas para los que nunca tengo tiempo porque siempre estoy conectado y no encajan en la vida diaria que vivo. Pensé en mi evolución personal, profesional y familiar, analicé ciertas decisiones que he tomado en los últimos años, los sueños que dejé atrás, los que cumplí, los que aún me faltan por cumplir. Con eso estuve seguro de que son necesarios periodos a solas en algún lugar desierto.
Sin conexión, sin fiestas, sin amigos, sin nadie para reflexionar más tiempo sobre la vida y la dirección que la estoy tomando. Y como dije en Twitter esta semana, esto no es depresión ni nada que se refiera a tristeza, son ganas de hacer este análisis, porque confieso que no tengo por qué estar triste, al contrario.
Pero por mucho que vaya a un lugar totalmente desconectado del mundo, no podré prescindir al menos de una libretita, porque con esta locura que ha sido la vida, lo que no apunto termino. olvidar, ahora lo difícil es saber si iré puedo soportar pasar dos días, lo que sea, lejos de esta vida tan ocupada que tanto amo.
