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¿Quiénes tienen “trastornos de género”?

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) es una publicación de la Asociación Psiquiátrica de América del Norte (APA). En 1980, en la publicación de su tercera versión, se incluyó y tipificó la transexualidad como un “Trastorno de Identidad de Género”. En 1994, el Comité DSM-IV reemplazó el diagnóstico de "Transexualismo" por el de "Trastorno de Identidad de Género". El Código Internacional de Enfermedades (CIE) también empezó a considerar el "transexualismo" como una enfermedad.

Desde que el género se convirtió en una categoría diagnosticable a principios de la década de 80, esta es la primera vez que ha habido un movimiento global para eliminar la transexualidad de la lista de enfermedades identificables como trastornos mentales. El movimiento Stop Trans Pathologization gana apoyo en varios países, lo que revela la capacidad de resistencia de múltiples voces que se unen contra el poder de la APA y el CID. El 22 de octubre –Día Mundial de Lucha por la Despatologización de las Identidades Trans– hay manifestaciones en África, Asia, Europa, América Latina y América del Norte. Actualmente, hay más de 500 organizaciones comprometidas en esta lucha.

En estos documentos hay una sutileza dañina que aún no comprenden los gays, lesbianas, transexuales y travestis. La entrada del género como categoría nosológica autorizó a médicos y profesionales de las ciencias psi. (psicología, psiquiatría y psicoanálisis) de todo el mundo para cuidar y "tratar" a niños, adolescentes y adultos que no se comportan "adecuadamente" a su género. ¿Qué síntomas llamarían la atención sobre un posible "trastorno" de género?

Un niño al que le gusta jugar con muñecas, una niña que tiene preferencia por los juegos llamados masculinos, por ejemplo. Pero ¿qué tiene de malo que un niño juegue con muñecas? El miedo a que tenga una homosexualidad latente. El profesional que tratará a este niño no podrá diagnosticarlo como homosexual, ya que hace décadas que no es patologizado. Sin embargo, el padre puede salir de la oficina con un informe de que su hijo sufre un "trastorno de identidad de género infantil". Como dice el refrán popular: cambiamos seis por media docena. La homosexualidad sigue siendo "tratada" y es el género el que ha sido el pasaporte para practicar la homofobia institucionalizada.

Hay muchas expresiones de género, una multiplicidad de femenino y masculino. ¿Cuáles son los indicadores para definir los “normales de género”? ¿Quiénes son los “pacientes de género”? El DSM y la CIE acaban produciendo violencia institucionalizada. Es importante recordar que ambos códigos adolecen del mismo problema: carecen de legitimidad científica. ¿Cómo probar la idea de normalidad de género? No existe ningún examen clínico que sustente la tesis de que los atributos masculinos (competitividad, audacia, racionalidad) sean inherentes al hombre, ni que la sensibilidad y la emocionalidad sean características hormonales que definen la feminidad. Los géneros no están determinados por estructuras biológicas. Todos llevamos atributos masculinos y femeninos. Por eso es un error pensar en la identidad de género. No tenemos una identidad de género.

Las expresiones de género no revelan la sexualidad del sujeto. Estas dos dimensiones deben pensarse de manera desplazada. Ser hombre gay no define los atributos y múltiples posibilidades de vivir el género. En estos documentos el género sólo tiene coherencia cuando se refiere a la sexualidad, y la heterosexualidad funciona como referente de salud y normalidad.

El DSM y el CID orientan a los Estados y a sus operadores (médicos, psicólogos, psiquiatras, jueces, trabajadores sociales, profesores) a la hora de determinar quién puede tener acceso a la ciudadanía y quién será excluido de ella. Muchas personas transgénero que esperan ansiosamente una cirugía de reasignación de género temen que la eliminación de la transexualidad de la categoría de trastorno mental autorizaría a los Estados a excluir la financiación total de todo el proceso de transexualización y haría más lejana la lucha por pagar el proceso de transexualización.

Pero es deber del Estado asegurar medios prácticos para garantizar el acceso universal e igualitario a la salud y el bienestar. Este es el derecho de todo ciudadano. La asistencia de los Estados debe ser completa, incluso en lo que respecta al cambio de nombre en los documentos legales de identidad de las personas trans, sin condicionarla a cirugía u otros procedimientos médicos o exámenes psiquiátricos. La lucha por eliminar la transexualidad del DSM y la CIE abre la posibilidad de empezar a luchar por un mundo sin género.

*Berenice Bento es Doctora en Sociología. Profesor de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN). Coordinador del Centro Tiresias/UFRN. Es autora del libro “La reinvención del cuerpo: sexualidad y género en la experiencia transexual”

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