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¿Una caja o una olla para llamar mía?

Me asusté ayer. Después de una noche con fondue y vino y mucho hablar sobre sentimientos, descubrí que no tengo dinero en efectivo. Es así. Hablábamos de cartas de amor y poesía. Declaré que nunca recibí ni envié ninguno. Hasta ahora, todo bien. Llevo seis años soltera y soy una persona difícil, lo confieso.

Las cosas se pusieron feas cuando mi amigo regresó de la habitación con una caja. Esa cosita nunca podría haber hecho tanto daño a una persona, incluso si estuviera hecha de hierro. Con unas medidas de poco más de 30cmx10x15, era de color morado y en su interior había miles y miles de cartas, recuerdos, notas amorosas y afectuosas. Abrió la caja y las glándulas lagrimales en mis ojos al mismo tiempo. En un vano intento de que no me importara, pregunté a los presentes si todos tenían cajas iguales o similares. Para mi consternación, la respuesta fue afirmativa.

No reaccioné durante mucho tiempo. Pensando e intentando en algún momento de mi vida descubrir si tenía siquiera una caja de cerillas para llamar mía. Triste ilusión. No tenía. Nunca lo he hecho y no creo que lo haga nunca. Lloré y me fui a casa preguntándome si el problema era el objeto o el (no) dueño del objeto. Prevaleció la segunda opción. Primero pensé que hacía frío. Entonces, vivo el presente tan intensamente que olvido el pasado. Todavía pensé que podría ser mi falta de organización, porque recordé que tengo una postal de Junior de cuando estaba en Francia y una nota de Elita y otra de Giovanna entre mi desorden.

Hoy durante el almuerzo con William, reportero de redacción, le confesó que él también tiene una caja, pero con más cosas de amigos que de amores. Pensé en investigar un poco y ver cuántas personas tienen su propia caja. Pero me arriesgo a descubrir en esta investigación una verdad que no quiero ver. Va a ser….

Me pareció una solución muy buena y económica. Fui al supermercado y ahora estoy devorando mi häagen daz, sola y sin compartirla con nadie. 

Cambié una caja por un frasco. Y sin pasado ni futuro, lo devoro con ganas y pasión.

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