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aire nuevo

El calor era insoportable. En la habitación calurosa, el ventilador del techo no podía enfriar la habitación en absoluto después de la intensa follada que tuvimos. Todo olía a sudor y sexo.

Ella, sin embargo, durmió profundamente, exhausta de correrse tanto. Y yo la miré, sin poder quitar los ojos de aquella mujer maravillosa:

El largo cabello negro se extendía sobre la almohada. Tenía la boca entreabierta, como si estuviera soñando con el placer que teníamos y pidiendo más. La piel estaba delicadamente húmeda, brillando por el sudor. Los pechos, la deliciosa barriga, el coño depilado…

Abrí la ventana para aliviar el calor. Una brisa ligera y fresca entró en la habitación, tocándonos como una sábana suave y poniéndome la piel de gallina de lujuria. La miré: tenía los pezones duros por el viento frío y no pude resistirme…

Con ella aún dormida comencé a tocar su cuerpo ligeramente, con las yemas de mis dedos. Toqué sus pechos poniéndolos aún más duros, bajé lentamente por su vientre, que temblaba levemente ante mi tacto, y luego llegué a su coño que, deliciosamente, estaba mojado, no sé si todavía sería de las folladas anteriores. o porque sabía lo que estaba pasando, ven.

Mojé mi dedo en su coño y lo llevé a su boca… Ella ya estaba despierta y lo chupó con placer. Bajé nuevamente mi mano y seguí tocándola, mientras pasaba mi lengua y mis labios por su boca, lentamente. Sentí que su respiración se volvía dificultosa, lo que me volvió loco y me hizo besarla y lamer su cuello y su regazo. Chupé sus pechos con avidez, mordisqueándolos y jugando con mi lengua en los pezones.

Sin piedad le metí dos dedos en el coño y ella gimió de placer pidiendo más. Lentamente bajé y comencé a chuparle el clítoris, mientras la follaba alternaba fuerza y ​​delicadeza... Pero quería más... Con el otro dedo comencé a jugar en la entrada de su culo, como quien amenaza con comérselo. y no comer... Se retorcía y gemía, apretando las sábanas. Seguí chupándola y follándole el coño, pero lo quería todo al mismo tiempo. Cuando vio que me lo iba a comer entero, dijo:

– Oh, por favor, fóllame ahora, quiero correrme sobre ti…

Pero no tenía prisa… quería que su culo estuviera bien relajado y mojado por el líquido que goteaba de ella, quería que se volviera loca cuando la penetrara.

Cuando estaba a punto de correrse de chuparla, le metí el dedo en el culo... Ella gimió suavemente, y vi que quería más, así que pronto le metí uno más... Con mi lengua lamí su clítoris y con mis dedos me follé su coño y su culo…

La sentí correrse en mis manos y mi boca, su cuerpo se contrajo, un grito hueco... Lentamente, aparté mis dedos de ella y la abracé...

Después de unos minutos ella me miró, con mirada pícara, y dijo:

– No, no quedará así…

Se levantó y me jaló hasta el borde de la cama y se arrodilló en el suelo… Por supuesto que ya estaba empapado después de todo. Cuando ella me atrajo con fuerza hacia ella y puso su boca en mi coño, tuve que contenerme para no correrme demasiado pronto. Sentí su lengua caliente subiendo y bajando desde mi vagina hasta mi clítoris, sin prisas, y luego bajando de allí hasta mi culo...

Ella sabía que me encantaba darle el culo, así que se quedó allí durante horas, lamiéndome por todas partes. Luego se levantó y sacó la correa y 2 consoladores de su bolso. Sólo mirarla hacía que mi coño goteara de lujuria.

Me puso a cuatro patas en la cama, y ​​sin piedad me metió primero un consolador en el coño y luego el otro en el culo... Grité de placer, quería rodar hacia ella y disfrutar mucho con ella. follándome así.

Ella lo metió con firmeza y sentí su placer al follarme... Sentí su lengua en mi espalda, su mano en mi cabello, en mi nuca, tirando de mí por la cintura, queriendo profundizar cada vez más. .

– Mételo, mételo, cómeme. – pregunté en voz alta.

Luego sacó el consolador de mi coño, me puso boca abajo en la cama y continuó comiéndoseme el culo. Metí la mano debajo de mi cuerpo y comencé a tocar mi trasero... Podía sentir su coño mojado, que frotaba contra mi trasero mientras me follaba.

Dándome vueltas mientras ella me comía, me corrí como loco, más de una vez. Ella se corrió poco después, con un grito ardiente e inolvidable.

Con cuidado me sacó el consolador. Estábamos exhaustos y empapados de sudor… Desde la ventana veíamos amanecer y caer una ligera lluvia. Quería salir desnuda por la ciudad para refrescarme de todo ese calor.

Me acerqué a la ventana –no había nadie en la calle– y dejé que mi cara y mi pecho se mojaran con el clima refrescante. Ella me abrazó fuerte por detrás, me giró y sonrió. Y sabía que siempre sería bueno, que estar con ella siempre sería un nuevo soplo de aire en mi vida.

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