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Inesperado

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La primera vez que la vi sentí mariposas en el estómago, al mismo tiempo que un calor recorría mi columna. Me encontré cara a cara con la mujer más hermosa que jamás había visto.

Sus ojos verdes me hipnotizaron de la misma manera que una serpiente capta la atención de su presa antes de atacar. Boca con labios carnosos acompañados de una sonrisa perfecta. De mediana estatura, cuerpo escultural y cabello negro que bailaba al ritmo de su andar.

Durante los descansos entre clases universitarias, era imposible mirarla y no querer sumergirse en ese cuerpo angelical y seductor. Pasó a mi lado y su dulce perfume me dio una sensación de paz y tranquilidad, al mismo tiempo que alimentaba deseos desconocidos e irresistibles.

Hasta que un día sus ojos se encontraron con los míos y nos miramos durante varios segundos. Una sonrisa de reojo apareció en sus labios: era la confirmación de que se había fijado en mí. Y así fue durante unas semanas, en los pasillos de la universidad, entre una clase y otra. Fui a clase con muchas ganas de verla, pero no sabía hablar con ella ni teníamos amigos en común. Era la primera vez que me sentía así, todo era muy nuevo…

Un día nos informaron que la universidad realizaría algunas excursiones. Pensé que podría ser la oportunidad de acercarme mucho a ella, pero descubrí que, lamentablemente, mi clase y la de ella viajaban en días diferentes.

El día del viaje de su clase, fui al campus para verla partir… Llegué temprano y me tumbé en un banco en una plaza que estaba cerca de donde salía el autobús. El sol de la mañana caía suavemente sobre mi rostro y sentí una ligera brisa en mi piel. Me quedé ligeramente dormido y soñé que sentía un beso en mis labios. Abrí los ojos y, por unos instantes, no supe si estaba despierto o soñando: allí estaba ella, tocando mis labios con los de ella... Me quedé paralizado por las emociones que recorrieron mi cuerpo, y me estremecí. !

Ella se dio cuenta y le dedicó una hermosa y traviesa sonrisa. Su perfume y su mirada, que me desnudaba, me perturbaron aún más.

– ¡He estado esperando esto durante mucho tiempo! – dijo sentándose a mi lado e inclinándose sobre mí.

Me quedé hipnotizado por el escote de su blusa, que dejaba al descubierto sus maravillosos pechos, y por el viento que atrapaba su largo cabello negro, haciéndolo soplar suavemente en mi cara. Me sentí completamente mojado.

Ella sonrió al notar mi emoción y me besó de nuevo. Esta vez la atraje hacia mí, de buena gana. Sus manos comenzaron a tocar mi cuerpo: mi cuello, mis hombros, mis pechos, mi vientre... Debajo de la blusa, alcanzaron mis pezones, duros por la lujuria, y los apretaron, ligeramente, mientras sentía su lengua entrelazada con la mía.

Instintivamente abrí las piernas y ella me tocó por encima de los pantalones, sintiéndome caliente y loca. Me tomó por los hombros y me hizo sentar de espaldas a ella.

Sentí la fuerza de las manos de alguien que solo era frágil en apariencia, apretándome con deseo mientras su boca daba suaves mordiscos en mi cuello, llevándome al punto en que ya no podía contenerme con tanto deseo.

Abrí el botón y la cremallera de mi pantalón, y su mano me tocó y me invadió, sin ceremonias. Colocó sus dedos dentro de mí, mientras la palma de su mano rozaba mi clítoris. Me entregué completamente a ella en ese momento. Sus besos, su perfume, su aliento, su tacto… todo era enloquecedoramente nuevo.

Me di la vuelta discretamente, sintiendo su aliento en la nuca. Llegué rápidamente a su mano, mojándola por completo.

- ¡Usted es tan caliente! Estoy mojada solo de sentir tu semen – dijo.

Me volví hacia ella y la besé tiernamente mientras me recuperaba. Cara a cara de nuevo, deslicé mis manos por su cuerpo que ardía de deseo. Mientras tenía las piernas abiertas, pude sentir el calor de su excitación. Metí mi mano dentro de sus pantalones y toqué su sexo, que estaba empapado de lujuria. Podía escuchar su suave gemido en mi oído cuando comencé a jugar con su clítoris y ella me apretaba de placer.

Ella contrajo su vagina, mientras yo la tocaba cada vez con más firmeza... Sentí que su respiración se hacía entrecortada y su clítoris se volvía cada vez más agradable al tacto. La besé y sentí sus uñas cortas en mi espalda.

-Ven por mí – le pedí.

Y, como si fueran palabras mágicas, ella se corrió, mojándome las manos. Casi vine por segunda vez.

Lentamente, aparté mi mano y la abracé. Nos besamos y nos miramos con cariño. No necesitábamos palabras en ese momento.

Tenía que irse, el autobús turístico estaba a punto de partir. Pero antes escribió algo en un papel, lo dobló, me lo entregó y me dio un beso más, largo y húmedo.

Observé a esa maravillosa mujer caminar hacia el edificio de la universidad. Todavía no podía creer lo que había pasado...

Cuando abrí el papel, vi que era el pasaporte, ¡con fecha y hora para una nueva reunión!

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